Más allá de los reconocidos atractivos arqueológicos del sur del Huila, el turismo en la ciudad de Pitalito reclama el lugar que se merece en Colombia de la mano del café, las artesanías y sus verdes montañas. Gracias a la aerolínea Satena, les contamos en qué va el turismo en este próspero municipio, , que ya cuenta con inventario turístico en página web y perfil en todas las redes sociales (@turismopitalito).
Conocido como el Valle de Laboyos, esta zona del Macizo Colombiano se revela como una de las experiencias naturales con más potencial del país. Basta una mirada, antes de aterrizar en el Aeropuerto Contador, para apreciar sus imponentes montañas por entre las que discurren tres reservas naturales (El Cedro, Pompeya y Ariscos), por mencionar solo las más cercanas.
En el verde valle situado entre cumbres habitadas por osos, primates, dantas y toda suerte de aves, se erige el Pitalito: el municipio de mayor producción de café del país (17.977 hectáreas sembradas en 2020); cuna de montadores y caballos de paso fino (se recomienda visitar la Feria Equina a mediados de noviembre); y el lugar en donde nació y se conceptualizó la artesanía más emblemática de nuestra colombianidad: la chiva campesina.
En torno a estos elementos la administración municipal y el sector privado buscan avanzar en el diseño de productos turísticos que tengan la capacidad de jalonar y atraer a los miles de viajeros que visitan la zona en búsqueda de uno de los atractivos mejor posicionados de Colombia: el Parque Arqueológico de San Agustín. No hay que olvidar que, ya sea por tierra o por aire, Pitalito es un paso obligado para llegar, en menos de una hora, al vecino municipio de San Agustín.
¿Qué pasa entonces con el turismo en el próspero municipio? Según el secretario de Desarrollo Económico y Competitividad, Víctor Hugo Ortega, antes había iniciativas turísticas muy incipientes, pero no difusión, promoción, ni canales para mostrar lo que tiene Pitalito. “Había como una incongruencia en el sentido de que todo el mundo llegaba a Pitalito, porque es el único que tiene aeropuerto junto con Neiva, pero se iba para San Agustín. Entonces lo que queremos nosotros es promocionar todas nuestras bellezas naturales”.
Efectivamente, la riqueza natural que rodea a este municipio y a sus vecinos es amplia y exuberante. Se destaca, en particular, el corredor biológico entre el Parque Nacional Natural Cueva de los Guácharos y el Parque Nacional Natural Puracé, del que hacen parte las mencionadas reservas El Cedro y Ariscos; entre tanto, Pompeya se sitúa en la serranía de Chillurco, entre los ríos Guarapas y Magdalena. La Laguna de Guaitipan por su parte, situada a 30 minutos del caso urbano, es uno de los íconos de los laboyanos (así se conoce a los habitantes de Pitalito) y actualmente solo está disponible para su contemplación.
El nuevo eje cafetero y el turismo
Pero la naturaleza en Pitalito también tiene que ver con el café y los idílicos paisajes que su cultivo dibuja en las montañas de los Andes colombianos. En Pitalito, como en buena parte del Huila, Nariño y Cauca, la apuesta ha sido por el cultivo del café, tanto que en 20 años el municipio ha multiplicado por siete la producción de toneladas del grano. Esta realidad económica se ha decantado también en su cultura, creando las condiciones para un agroturismo de primer nivel y una oferta de café gourmet que no tiene nada que envidiarle a la de cualquier ciudad de Colombia.
No en vano en los últimos años el caficultor laboyano se ha hecho merecedor de importantes reconocimientos internacionales como el premio “Tasa de la Excelencia”. La de Pitalito es una producción diferenciada y de calidad que se puede disfrutar hoy en por lo menos 20 tiendas de café distribuidas por todo el municipio. Se recomienda visitar especialmente Café Valenzuela, Sensory, El Mejor Café y Café La Meca. En estos lugares los visitantes no solo podrán disfrutar de una buena taza de café, como de hecho ya hacen todos los laboyanos en sus hogares, sino vivir una experiencia sensorial diseñada y guiada por expertos baristas.
Mención aparte merece el Café Salomón (Asociación Café Especial Salomón), situado en el corregimiento de Bruselas. Allí el atractivo central es el proyecto de escuela de formación para el relevo generacional, que busca recuperar a la juventud para el cultivo del café y “que el campo no se quede solo”, según explica su gestor Salomón Artunduaga. Allí los menores aprenden a producir y transformar el café en trece encadenamientos productivos, un proyecto que suele recibir turistas especializados, principalmente clientes internacionales y comercializadores de café interesados en conocer el contenido social que lo soporta. “Nuestro objetivo es que nuestros niños se conviertan en verdaderos empresarios y que sean las personas encargadas de exportar ese 70% que exportan las grandes multinacionales”, afirma Artunduaga.
Dos experiencias rurales
Pero si lo que se quiere es vivir una inmersión profunda en el proceso cafetero, su cultura e historia, la recomendación es visitar la Finca Agro turística Dos Quebradas, que también cuenta con alojamiento en carpas, senderismo y actividades nocturnas con fogata y música de cuerda. En este lugar los visitantes recorren un circuito a través de un bosque de conservación, cascadas, laguna, senderos naturales, mirador y, por supuesto, cultivos de café; además de escenarios especiales como el área de experiencia de recolector huilense, la zona de degustación del café de nuestros abuelos y la casa del recuerdo, en donde se rememora toda la historia de la finca.
Una experiencia más reservada y de contacto con la naturaleza (pero también con buen café), se puede vivir en la Ecofinca El Recreo, enclavada en una empinada montaña, frente a otra montaña aún más escarpada y frondosa. Esta antigua finca familiar, situada en zona de reserva natural, abrió sus puertas a turistas que busquen pasar un momento de tranquilidad y desconexión, conocer iniciativas de sostenibilidad o hacer excursiones en búsqueda del casi extinto roble negro. El lugar cuenta con pocas plazas de alojamiento, una de ellas un espectacular glamping en lo alto de la montaña en donde bien vale la pena despertar en medio de la naturaleza de la montaña y el canto de los pájaros.
La chiva, de Pitalito para el mundo
Para quienes no lo sabían, la tradicional chiva de colores, aquella entrañable artesanía que durante décadas ha estado presente en tantos hogares colombianos; ese insólito vehículo, abarrotado de toda suerte de figuritas de arcilla que se ha convertido en ícono de la ruralidad colombiana, fue creado y concebido por artesanos de Pitalito en la década de los sesenta.
La chiva es de Pitalito, se fabrica en Pitalito, con arcilla de Pitalito. Lo cuentan los artesanos del municipio y lo ratifican para el mundo la Superintendencia de Industria y Comercio (SIC) y la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), ya que la chiva campesina es uno de los 29 productos colombianos que cuentan con sello de Denominación de Origen ¿Qué quiere decir esto?
La Denominación de Origen establece, con base en un riguroso estudio, que el origen, técnica y materia prima de un producto particular (en este caso la chiva) corresponden a un lugar geográfico en el mundo y como tal tienen unas características y/o reputación que lo hace diferente y único de otros productos semejantes.
Si tenemos en cuenta que en el municipio funcionan hoy cerca de cien talleres que producen alrededor de mil chivas quincenales (en el formato más pequeño de la artesanía), es bastante probable que esa colorida artesanía que hoy reposa en alguna casa u oficina de Colombia o el mundo haya sido fabricada en Pitalito con la maleable arcilla del Valle de los Laboyos. Todo esto, muy a pesar de que el artículo en cuestión haya sido adquirido en Ráquira, Cartagena o el Pasaje Rivas de Bogotá.
¿Pero de dónde surgió la idea? Al parecer, de la inspiración de un trabajador de las ladrilleras que abundaban por aquel tiempo en la región. El Valle de Laboyos es, como bien cuenta la artesana local, Rubiela León Gómez, un colchón de arcilla natural con características propias únicas y por tanto, un terreno fértil para la fabricación de ladrillos. Se estima pues que en algún momento de los años sesenta la creatividad halló inspiración en los únicos vehículos aptos para transitar por las agrestes vías de la zona: la chiva o el bus escalera, los cuales pasaban, por supuesto, atestadas de gentes, animales, bultos y alimentos.
La historia de la chiva y sus secretos se pueden conocer a fondo en la Cooperativa Multiactiva de Artesanos de Pitalito (Cooarpi), organización que, luego de liderar la petitoria de Denominación de Origen, trabaja para estructurar un producto de turismo cultural que ponga el valor la tradicional artesanal del municipio. Rubiela León Gómez, representante legal de Cooarpi, cuenta que llevan cerca de cinco años cualificando la ruta y haciéndole perder el miedo a los artesanos para que reciban a los turistas y los hagan participes de la tradición.
El proceso apenas comienza, pero ya reciben grupos que llegan a escuchar la historia de la chiva. Los visitantes reciben un kit con el cascarón de la artesanía y todas sus partes desarticuladas (la muñequería), pinturas, pinceles, pegante y un delantal. Mientras atienden las particularidades de la técnica, como los diferentes tipos de arcilla que se utilizan y las recomendaciones de ensamblaje, los turistas armen su propio vehículo y lo abarrotan a su antojo con la muñequería disponible.
Pero la experiencia puede ir más allá visitando el taller de un tornero para conocer de primera mano cómo se trabaja la arcilla e incluso, por qué no, aventurarse a hacerlo ellos mismos. Todos estos procesos, como cuenta doña Rubiela, apenas están arrancando, pero desde ya se revelan como un promisorio producto de turismo cultural que enriquecerá la experiencia de un turista en el sur del Huila.