Perú no es un destino desconocido. Su legado inca, deliciosa culinaria y cultura viva lo han posicionado en el mapa del turismo mundial. En los últimos años, el país ha planteado su estrategia para atraer a viajeros de alto valor, aprovechando las experiencias memorables y diversas que ofrecen su geografía y tradiciones.
Es una receta clásica bajo una interpretación moderna: la base, sin duda, es el legado de los pueblos originarios, que se sazona con una buena dosis de cultura, se acompaña siempre con sabores impactantes y se sirve en escenarios memorables. Los elementos son los mismos, pero las técnicas y presentaciones varían para ofrecer un plato autentico, capaz de hacer de un viaje memorable.
Esta preparación es capaz de satisfacer a cualquier tipo de paladar: los sedientos de aventura, los apasionados de la historia, los curiosos por nuevos sabores, los que buscan conectar o desconectar. Sin embargo, resulta particularmente satisfactoria para el turismo MICE, ávido de servicios de alto nivel y experiencias auténticas. Y resulta que Perú, con su infraestructura moderna y amplia conectividad, ofrece la experiencia ideal para cada tipo de evento.
No es sorpresa, entonces, el rápido crecimiento del segmento, que en 2025 alcanzó el 39 % frente a 2024, según María del Sol Velásquez, directora de Promoción de Turismo de PromPerú. Esto es, entre otros elementos, resultado de una estrategia integral: “nuestra estrategia de turismo MICE está enfocada en posicionar al Perú como un hub regional competitivo, con capacidad para albergar eventos internacionales de alto nivel, combinando infraestructura de calidad, destinos con identidad única y una oferta de experiencias auténticas”.

Hoy, Perú no sólo destaca por su infraestructura de alto nivel: Lima cuenta con una amplia oferta hotelera 5 estrellas con instalaciones para eventos de múltiples magnitudes y un centro de convenciones con un área construida de 86.000 m2. Esta oferta se extiende a Cusco, Arequipa, Ica e Iquitos, ciudades que también cuentan con hoteles de lujo, lugares con historia y espacios autóctonos y auténticos.
Aunque esta infraestructura, sumada a la amplia conectividad aérea, son la condición efectiva que han posicionado a Perú en la industria MICE mundial, su verdadero valor toma dimensión con el maridaje ya presentado: una propuesta turística tan auténtica como encantadora. En un press trip organizado por PromPerú y con la operación de Sungate Tours, Rèport News pudo descubrir cuáles son esas experiencias que hacen de Perú un destino memorable para el turismo y los negocios.
Lima, para recorrer con los sentidos



Fundada en 1535 y conocida como la “Ciudad de los Reyes” durante la época colonial, Lima ha crecido hasta convertirse en una metrópoli de 43 distritos y más de 10 millones de habitantes. Además del imponente Océano Pacífico, que se extiende por el lado oeste de la ciudad, la capital encanta a los visitantes con la posibilidad de disfrutarla sin prisa, al ritmo de cada comida. Y ahí está el secreto: si bien la oferta turística de Lima es amplía, la belleza del viaje está en su gastronomía. Desde locales tradicionales hasta restaurantes de alta cocina, la culinaria acompaña, adorna y eleva el recorrido para hacerla inolvidable.
Son tres los distritos más atractivos para los turistas: Lima Centro, que concentra el Centro Histórico, la Basílica Catedral y el Palacio de Gobierno; Miraflores, el distrito moderno y gastronómico, ideal para disfrutar al ritmo del viajero con paseos por el Malecón o por el Parque del Amor, compras en el centro comercial LarcoMar y numerosas opciones para comer; y Barranco, que encanta con su estilo francés y neocolonial, numerosas galerías, el icónico Puente de los Suspiros, el Malecón de los Descalzos y grafitis con concepto social, político y cultural. Una parada recomendada es la galería, museo o laboratorio del artista Jade Rivera, cuya obra evoca la naturaleza, los colores y la identidad peruana.







¿Y dónde comer? En Miraflores se encuentra Maido, elegido el Mejor Restaurante del Mundo 2025; Mayta, reconocido por combinar sabores históricos con técnicas modernas; y La Mar Cebicheria, una de las propuestas más emblemáticas del chef Gastón Acurio. En Barranco destaca Central, nombrado el Mejor Restaurante del Mundo en 2023, además de Isolina, una propuesta más tradicional. También merece una mención especial DanSa, en el distrito de Lince, una experiencia gastronómica que fusiona alta cocina con espectáculos de danza y música. Además, los visitantes pueden participar en experiencias gastronómicas como las clases de coctelería del Hotel B, donde se exploran destilados locales únicos a través de tres cócteles especialmente preparados.
Asimismo, sus numerosos museos merecen una visita, pero si solo hay tiempo para conocer uno, el Museo Larco, ubicado en el distrito de Pueblo Libre, es la elección segura. Fundado por Rafael Larco, pionero en el uso del método estratigráfico, este recinto alberga cerca de 50.000 piezas arqueológicas del antiguo Perú, con muestras de las culturas Paracas, Vicus, Nazca, Mochica, Huari, Chimú, Lambayeque e Inca, que habitaron el territorio entre el 800 a.C. y el 1532 d.C. La colección incluye cerámicas, tejidos, metales, instrumentos musicales, ornamentos y objetos funerarios, que han permitido comprender mejor la vida cotidiana, las costumbres y la cosmovisión de estas civilizaciones. Además de adentrarse en la historia prehispánica del Perú, el museo invita a disfrutar de la gastronomía andina y costera en su restaurante, un espacio que reinterpreta la cocina contemporánea a partir de ingredientes locales.






Y si de experiencias memorables se trata, vale incluir una visita a Pachacámac, el principal centro religioso de la costa central durante más de 1200 años. Además de recorrer el sitio arqueológico, los viajeros pueden visitar la Hacienda Los Ficus, fundada hace 25 años por la familia Puga, donde es posible admirar al majestuoso caballo de paso peruano, reconocido por su elegancia y suavidad, y disfrutar de un almuerzo con auténtico sabor casero.
El Valle Sagrado, entre montañas y tradiciones

En la impresionante cordillera de los Andes, en la Sierra sur peruana, los grandes picos, profundos valles y el serpenteante río Urubamba ofrecen un paisaje difícil de olvidar. Al observarlo desde lo alto del mirador Taray —a 50 minutos de la ciudad de Cusco, a la que se llega en un corto vuelo en avión desde Lima—, se comprende con claridad su nombre: “Valle Sagrado”. El río que atraviesa todo el paisaje se muestra como fuente de vida, objeto de veneración y la representación terrenal de Willka Mayo para los incas.
Si Lima es la puerta de entrada a este recorrido, el Valle Sagrado —antiguo corazón del Imperio Inca— es su plato fuerte. La provincia de Urubamba es el eje de este viaje. Se encuentra a hora y media de Cusco y ofrece un entorno más amable: a 2.871 metros sobre el nivel del mar, permite una aclimatación menos drástica que la capital inca (3.400 m s. n. m.), además de una amplia oferta hotelera de alto nivel, como el Casa Andina Premium. Desde allí, hacia el noroeste o el sureste, el viajero descubrirá una riqueza cultural y tradicional que despierta emociones comparables —o incluso superiores— a las del propio Machu Picchu.





La cultura indígena, como es de esperar, ocupa un lugar central. El encuentro con comunidades originarias puede darse en diferentes momentos y de diversas formas, pero una de las más emotivas puede ser la ceremonia a la Pachamama —que se puede hacer en el hotel Casa Andina Premium de Urubamba—, un ritual para agradecer a la madre tierra por sus bendiciones. Precedida por una muestra de danzas y música tradicional y guiada por un chamán quechua, esta ceremonia conmueve hasta los más escépticos, creando la disposición ideal para continuar la exploración del Valle Sagrado.




Hacia el sureste, tras un recorrido de 40 minutos entre valles y montañas, se encuentra Chinchero, donde el contacto con las tradiciones indígenas fascina y alimenta. Son dos las experiencias que pueden vivirse aquí. Un imperdible es la visita al Centro Cultural Parwa, que brinda los visitantes una mirada al arte de los tejidos andinos, elaborados con lana de llama, alpaca o vicuña (la más fina y costosa del mundo). Estos tejidos se transforman en prendas, objetos decorativos o piezas utilitarias que reflejan la fauna, geografía o cosmogonía andina. Las 35 familias que conforman el centro mantienen su herencia cultural al preservar el método tradicional de tejido: desde la recolección y lavado de la fibra, hasta el hilado, el teñido con pigmentos naturales y el tejido. Así, los visitantes pueden observar cada etapa, adquirir piezas artesanales de alta calidad y disfrutar de un almuerzo típico: la pachamanca.


Pero si de disfrutar una comida tradicional se trata, hay otra recomendación especial. Muy cerca de la laguna de Piuray, Piuray Outdoor Center ofrece una experiencia integral: la preparación de la pachamanca —método ancestral que utiliza piedras calientes en un horno cavado en la tierra— combinada con actividades al aire libre como kayak, paddleboard y canoa polinésica. Una vivencia que conecta con la naturaleza y las raíces andinas, y alimenta tanto el cuerpo como el alma.
Como siempre, la gastronomía es parte esencial del recorrido. En Chinchero predominan las preparaciones tradicionales, mientras que en Urubamba se puede disfrutar de alta cocina —siempre basada en ingredientes locales— en hoteles cinco estrellas como Casa Andina Premium o Tambo del Inka. Además, en el trayecto entre Cusco y Urubamba vale la pena detenerse en la Hacienda Sarapampa, cerca de Taray, donde los viajeros aprenden sobre la historia y cultivo del maíz blanco gigante y disfrutan una de las mejores experiencias culinarias del valle: ingredientes locales, técnicas impecables y sabores intensos.






Otra parada recomendada en el Valle Sagrado son las salineras de Maras, un afloramiento natural que abastece a más de 3.000 pozas de sal explotadas por 630 familias de Maras y Pichingoto, agrupadas en la cooperativa propietaria. La visita, breve y enriquecedora, permite conocer el proceso de obtención, extracción y procesamiento de la sal rosada de Maras —en sus versiones natural, ahumada o para parrilla, entre otros—, un producto que abastece buena parte del mercado peruano y llega también a diversos países del mundo.
Machupicchu, el imperdible

La joya de la corona no necesita presentación. Este recinto arqueológico, una de las siete maravillas modernas del mundo y Patrimonio Cultural y Natural de la Humanidad por la Unesco, ha puesto a Perú en el mapa e inspirado los viajes de millones de personas. Más que presentar a este viejo conocido, este capítulo busca ofrecer algunas claves para cerrar el recorrido por Perú con la cereza del pastel.
A diferencia de la creencia popular, el recorrido hacia Machu Picchu comienza mejor en Urubamba que en Cusco. Es una decisión estratégica: la altura es más amable y la distancia hasta el recinto arqueológico más corta. Desde este distrito, se recorre media hora en carro hasta Ollataytambo, donde se toma el tren hacia Machu Picchu pueblo. El trayecto dura alrededor de una hora y media, y es parte esencial de la experiencia, sobre todo si se elige el PeruRail Vistadome Observatory, que ofrece vistas panorámicas —desde los paisajes secos y agrícolas andinos hasta la vegetación tropical— y entretenimiento en vivo a bordo.



Desde el pueblo, un bus lleva a los visitantes en 15 minutos al recinto arqueológico, donde se puede optar entre tres circuitos, diseñados para gestionar el flujo de visitantes: el circuito largo, clásico y corto. Es importante adquirir con anticipación los boletos del tren, el bus y el ingreso a Machu Picchu y la puntualidad resulta fundamental para una experiencia placentera. Además, el ascenso a la ciudadela y las caminatas internas requieren buen estado físico.


Y aunque Cusco, antigua capital del Imperio Inca, no fue el punto de partida de este recorrido, sin duda merece una visita. Su Plaza de Armas, numerosos museos, plazas e iglesias brindan una mirada a la historia colonial y republicana de la ciudad. Además, el mercado de San Pedro presenta una variedad de productos artesanales a precios atractivos, mientras que la oferta gastronómica, que combina restaurantes de alta cocina y tradicionales, deleita en cada paso. En definitiva, el digestivo que sella la travesía con los sabores memorables de los Andes.







