En un esfuerzo por reducir las emisiones de carbono, el gobierno español planteó la posibilidad de prohibir vuelos cortos (menos de 2,5 horas) y reemplazarlos por trenes, tal como se hará en Francia. Sin embargo, al igual que en el vecino país, la propuesta parece tener inconvenientes estructurales que dejan muchas dudas de su efectividad.
Así lo señala un estudio de Eurocontrol, organismo encargado de la gestión del tráfico aéreo en Europa, al revelar que esta medida generaría una reducción limitada de las emisiones de CO2 en contraste con su alto costo económico y medioambiental. Para el organismo la descarbonización del transporte es más compleja que simplemente migrar a ferrocarriles para desplazamientos cortos.
Los vuelos de menos de 500 kilómetros representan el 24,1% del total de los vuelos y el 3,8% de las emisiones de carbono de la aviación. Sin embargo, remplazar todos estos desplazamientos por viajes en tren no solo no permitiría un ahorro integral, dadas las barreras geográficas existentes, sino que, además, “no tiene en cuenta los factores económicos y medioambientales que implicaría una expansión masiva de líneas de alta velocidad”, argumenta el informe.
En general, parece que la propuesta impide una evaluación en igualdad de condiciones y, además, no parece viable en el tiempo. Por ejemplo, en el caso de las rutas entre 500 y 1.000 kilómetros, para cuando se termine de instalar una nueva infraestructura de alta velocidad ya la aviación habrá alcanzado su objetivo de cero emisiones.
La conclusión del informe es simple aunque no lo parezca: el ferrocarril no puede sustituir eficazmente al avión, pero las soluciones multimodales que combinan los vuelos con el ferrocarril si pueden optimizar la sostenibilidad y mejorar la conectividad. La recomendación es equilibrar la inversión en transporte entre ambas industrias sin caer en la disyuntiva de “avión contra tren” que parece estar tomando fuerza en algunas políticas estatales.