Más de 35 playas al mejor estilo caribeño, alrededor de 350 restaurantes, 120 nacionalidades juntas, mucha historia colonial, una vibrante vida nocturna, fauna marina y dos maneras diferentes de entender la hotelería, son algunos de los rasgos de esta pequeña y excepcional isla, compartida por Francia y Países Bajos.
La invitación es descubrirla, explorarla e incluirla en los portafolios de los turoperadores latinoamericanos, ahora que Copa Airlines retomó la ruta el 2 de junio pasado luego de una pausa de dos años. St. Martin era, de hecho, uno de los pocos destinos que faltaban por reiniciar operación en la red de la compañía aérea en América.
Precisamente para impulsar esta ocasión especial, Aviareps, como representante de Saint Martin en Colombia, Chile, Brasil y Argentina, organizó, de la mano de la aerolínea panameña, un gran viaje de familiarización con turoperadores y medios de comunicación de los cuatro países. El objetivo: poner a sonar nuevamente este espectacular destino entre los viajeros suramericanos.
El regreso de Copa Airlines a Saint Martin, con dos frecuencias semanales (miércoles y viernes) a bordo de un Boeing 737-800, abre el abanico de opciones para que las agencias de viajes suramericanas ofrezcan a sus pasajeros nuevas experiencias en la siempre apreciada región Caribe.
El vuelo CM134 despega a las 7:30 a.m. en Ciudad de Panamá y arriba tres horas después al Aeropuerto Internacional Princesa Juliana de Sint Maarten. Para ingresar basta diligenciar el formulario de salud EHAS –entre 48 y 24 horas previas al viaje y esperar la certificación de preaprobado– contar con la vacuna contra el Covid-19 (o una prueba negativa) y un seguro médico.
Introducción al destino: ¿Saint Martin o Sint Maarten?
Una de las características más llamativas de la isla es su división administrativa. En realidad, son dos países diferentes que conviven en una superficie de 90 km2. Así ha sido durante los últimos 374 años y así es hoy en lo que es uno de los valores turísticos más interesantes del destino.
Por un lado, la comunidad de ultramar de Saint Martin, perteneciente a Francia y situada en la parte norte de la Isla, con Marigot como capital; y, por otro, el país independiente de Sint Maarten, perteneciente al Reino de los Países Bajos –con un estatus similar al de Curazao– que ocupa la parte sur, con Philipsburg como capital. Se trata de la única frontera terrestre europea por fuera de Europa.
Una simple curiosidad ya que, para el turismo –y para los más de 70 mil habitantes del territorio– la división es completamente invisible. “Nosotros no pensamos St. Martin como una isla dividida en dos partes. Vivimos diariamente de los dos lados y nuestros visitantes hacen lo mismo, disfrutan de los beneficios de los dos lados”, explica Sacha Bresse, gerente de Comunicación de la Oficina de Turismo de Saint Martin y encargado de los mercados de Suramérica.
Con un 95% de la economía dependiendo del turismo, ese es el espíritu de trabajo de las dos oficinas de promoción. Algunas veces los esfuerzos confluyen, otras veces apuntan a mercados distintos, pero la premisa es siempre la misma: “One Island”; aunque se trate, en realidad, de dos experiencias muy distintas que se complementan a la perfección.
Según explicó William Bell, de departamento de marketing del St. Maarten Tourist Bureau, el lado holandés tiene una vibra caribeña con un toque muy norteamericano –ya que históricamente el turismo fue desarrollado para ese mercado– en contraste a la parte francesa que es, como es de suponerse, muy francesa en su identidad.
En términos prácticos, mientras el lado holandés es bastante activo en comercio, vida nocturna y cuenta con grandes hoteles en amplias edificaciones –incluido aeropuerto Princesa Juliana en donde se efectúa la inmigración– el lado francés es más tranquilo y sofisticado, con una hotelería enfocada en propuestas boutique y una arquitectura particular. Todo esto, por supuesto, al alcance de cualquier turista que rente un auto y se aventure a explorar el destino.
St. Martin, una isla para explorar
Esa es precisamente la propuesta de las autoridades turísticas de la isla: rentar un automóvil, que es bastante sencillo en cualquiera de las compañías internacionales presentes en la isla (la edad mínima para conducir son 18 años), y aventurarse a recorrer sus carreteras y atravesar sus montañas. El precio mínimo de un auto –de categoría económica Hyundai i10 o Kia Picanto– va desde los 30 euros en temporada baja y 45 en alta, mientras que un Jeep Wrangler ronda los 80 o 100 euros dependiendo de la temporada.
Con una cultura turística desarrollada desde los años 70, el entorno es realmente propicio y completamente seguro para este tipo de actividades. En St. Martin todo el mundo habla inglés, el dólar se recibe en todos los establecimientos y es bastante sencillo encontrar personas que hablen español, ya que conviven alrededor de 120 nacionalidades.
El clima, por su parte, es cálido todo el año, a pesar de la temporada de huracanes que normalmente empieza en junio y termina en octubre. La otra temporada, la turística, ha comenzado históricamente en noviembre, después del Día de Acción de Gracias en Estados Unidos, y se extiende hasta abril.
Descubriendo el lado francés: de este a oeste
En línea con la propuesta de explorar el destino, la hotelería en la isla no se rige por el modelo todo incluido en ninguno de los dos territorios. Existen, por supuesto, honrosas excepciones. Del lado francés, el Secrets St. Martin Resort & Spa, ubicado la bella bahía Anse Marcel ofrece una experiencia Unlimited Luxury frente a la playa del mismo nombre. Cuenta con 258 habitaciones, spa, bares, restaurantes y todos los servicios de una propiedad de su categoría.
Situada en la punta norte de la isla, en parte más alejada de St. Martin, Anse Marcel hace parte de una enorme reserva natural que se extiende por buena parte las costas francesas. Junto al hotel opera una pequeña marina y desde allí zarpan los yates a una de las actividades más atractivas de esta área: un pasadía en el islote de Ilet Pinel, ideal para las familias por sus aguas transparentes y poco profundas. La aventura puede extenderse hasta el islote de Tintamarre, corazón de la reserva y un paraíso de las tortugas marinas.
Muy cerca de allí se encuentra Orient Bay (Baie Orientale), uno de los epicentros turísticos más atractivos de toda la isla por su extensa playa y su tranquilo vecindario de pequeñas propiedades que no superan los tres pisos de altura. Es, además, el escenario propicio para actividades acuáticas como el jetsky y el parasale e incluso el nudismo, reservado al extremo más oriental de la playa.
En esta apacible villa, construida con el sello distintivo de la arquitectura caribeña francesa, conviven residencias, villas turísticas, hoteles tipo boutique (Esmeralda Resort, Orient Beach Hotel, Palm Court Hotel, La Plantation y La Playa Orient Bay), tiendas de alimentos y alrededor de 15 restaurantes, desde la alta gastronomía y cocina fusión como L´Atelier o L´Astrolabe, hasta establecimientos de playa, comida asiática, pizzas, entre otras opciones.
A poco más de 5 kilómetros de Orient Bay (15 minutos en automóvil) se erige uno de los escenarios más representativos del St. Martin francés: la bahía de Grand Case. Conservando aún su aire de típico pueblo pescador, en Grand Case funcionan algunos de los mejores restaurantes de la isla –poco más de 20– y seis hoteles pequeños y medianos situados frente a una espectacular playa. Además, fiel a su esencia francesa, una de las actividades en la zona es la visita a la perfumería Tijon, en donde los turistas pueden, incluso, fabricar su propia fragancia.
Ya un poco más al sur se levanta la ciudad de Marigot, capital de St. Martin y fiel exponente de la historia e identidad caribeña francesa. De ello dan cuenta sus fachadas típicas del siglo 19, la emblemática iglesia católica y el mayor monumento histórico de la comunidad, el Fort Louis, que desde lo alto domina la bahía con cañones apuntando eternamente al horizonte.
¿Restaurantes? ¡Por supuesto! Hay más de 10 en los alrededores, pero se recomienda probar los típicos Lolos en el mercado de Marigot –pequeños establecimientos al aire libre que sirven lo mejor de la gastronomía caribeña– y dar una mirada a los souvenirs y artesanías, que suelen ofrecer precios preferenciales para el turista latinoamericano. ¿Playas? ¡Siempre! Las más cercanas son las de Galisbay y Baie Nettle, esta última ya en camino a la parte oeste de la isla.
Otra alternativa interesante para variar la agenda de actividades es la visita a Loterie Farm, situada en el centro de la isla, justo en la base de su montaña más alta, Pic Paradis, con 424 metros. En este oasis verde los turistas pueden relajarse en una atractiva piscina de agua dulce o pasar la tarde en las cómodas cabañas mientras disfrutan del servicio de alimentos y bebidas del restaurante. En contraste, el ascenso al pico permite apreciar una impresionante panorámica de todo el territorio, desde Orient Bay, pasando por Grand Case y Marigot, hasta el extremo oeste de la isla y la zona conocida como Terres Basses (tierras bajas)
Precisamente, en este lugar, situado en los límites invisibles con Sint Maarten, se levanta el espectacular Belmond La Samanna, frente a la playa de Long Bay y reservado para los bolsillos más abultados del planeta. Justo al lado se encuentra Cupecoy Beach, la primera playa del lado holandés y la única con licencias nudistas en el país. Es el comienzo de un destino igualmente espectacular pero muy diferente al sosegado Saint Martin.
Sint Maarten, la esquina del movimiento
Ocupando la parte sur de la isla, Sint Maarten ofrece, de punta a punta, una selección de espectaculares playas y una amplia oferta comercial, gastronómica, hotelera y de entretenimiento que se respira en todo el territorio. Son alrededor de 10 playas –de las 37 que hay en todo el destino– con usos muy diversos y características muy particulares.
Es el caso de la pequeña y hermosa playa de Maho Beach, adyacente al aeropuerto Princesa Juliana y que se ha convertido, a fuerza de las circunstancias, en el atractivo más llamativo y emblemático de todo el destino ¿la razón? Desde allí se puede apreciar, a una distancia increíblemente cercana, el aterrizaje de los vuelos internacionales; una experiencia que varía dependiendo de la aeronave, ya sea una mediana de alcance regional o el A330 de Air France.
Pero Maho Beach es también la playa del único resort todo incluido del lado holandés, un enorme complejo dividido en dos: el Sonesta Maho Beach Resort, para familias, con 420 suites; y el Sonesta Ocean Point Resort, solo para adultos, de 130 habitaciones. Es, además, el nombre de un barrio en donde los turistas pueden encontrar interesantes alternativas gastronómicas y de entretenimiento nocturno.
Al oeste y muy cerca de Maho se encuentra la playa más popular y concurrida del destino: Mullet Bay Beach, en torno a la cual funcionan algunos establecimientos gastronómicos, entre ellos el reconocido Da Waterhole. Entre tanto, del otro lado, sobresale Simpson Bay, un lugar que, en términos colombianos, podría denominarse como la zona rosa del destino.
Allí funcionan, al lado y lado de una concurrida calle, una variedad de restaurantes, bares, clubes nocturnos y casinos. Se destacan restaurantes típicos del caribe holandés como Captain´s Rib Shack, ideal para pasar un buen rato al aire libre; el club nocturno Soggy Dollar Bay, que los martes a la noche arma una gran fiesta latina; el Simpson Bay Resort Marina, su restaurante mexicano La Patrona –uno de los mejores del lado holandés– y el movido club nocturno The Red Piano.
Más hacia el centro sur de la isla son apreciadas las playas de Cole Bay, Cay Bay y Little Bay. En esta última playa funciona, casi que exclusivamente, el Divi Little Bay Beach Resort, uno de los alojamientos más atractivos del área. Allí mismo, sobre la colina que acompaña a la propiedad, se erige desde hace casi 400 años el Fort Ámsterdam. Las ruinas de este histórico fuerte, construido en 1631, hablan hoy del glorioso pasado de uno de los imperios de ultramar más extensos y cortos del periodo colonial.
Finalmente, en la esquina suroriental de la isla, sobre la Great Bay, se erige la pintoresca y muy comercial Philipsburg, capital de Sint Maarten y atractivo puerto de cruceros en el Caribe, un segmento que avanza a todo vapor en su recuperación, para fortuna de la gran cantidad de tiendas, comercios y restaurantes que allí operan. Según explicó William Bell, desde la reactivación pospandemia han pasado por Philipsburg cerca un millón de pasajeros de cruceros y para el cierre de 2022 se proyecta superar esta cifra.
Philipsburg, por supuesto, cuenta con su respectiva playa, Great Bay Beach, y una oferta hotelera de mediano tamaño que les permite a sus huéspedes acceder de primera mano a todas las opciones comerciales y gastronómicas del área.
Llegamos así al final de este recorrido a fondo por St. Martin/Marteen, no sin antes recordar que todas estas experiencias diversas confluyen en un territorio al que es posible circundar en automóvil en una o dos horas, dependiendo del tráfico. Y, como si fuera poco, puede alternarse con pasadías en las no menos espectaculares islas de Anguilla o St. Barthes, a menos de una hora en yate. Pero esa es otra historia.