Según la Mesa de Museos de Bogotá, la ciudad cuenta con 60 espacios de este tipo, lo que representa una amplia oferta cultural para visitantes, residentes y turistas apasionados por las artes, los oficios y las ciencias. El IDT invitó a descubrir tres estos espacios, usualmente no tan concurridos por los turistas y los locales.
El primero de estos museos poco conocidos es el Museo del Vidrio, donde se podrá conocer el arte del vidrio y todo lo que se puede lograr con este material milenario. Está constituido por diferentes salas, como la sala Fuego, donde se podrá observar dos técnicas usadas por los maestros para crear sus obras: caña y soplete.
El museo en general es un espacio colorido para prestar atención a los detalles y para dejarse enamorar de las obras, los artistas y las herramientas. Se recomienda también visitar la sala Eneida, el Taller y la Tienda del Espejo, además de observar piezas de vidrio en estado natural y obras en vitral.
El segundo es el Museo Arqueológico de Bogotá, La Casa del Marqués de San Jorge, construida a finales del S. XVII. Este espacio alberga la colección de cerámica precolombina más representativa del país para invitar al estudio, admiración y cuidado del patrimonio cultural colombiano.
En este museo se encuentra más de 13 mil objetos de las culturas Tairona, Muisca, Guane, Quimbaya y Sinú, entre otras. Además de sus salas de exposición, se encuentran talleres de modelado de arcilla para recrear técnicas ancestrales.
La última de las recomendaciones es el Museo MAGMA, un espacio didáctico donde niños, niñas y jóvenes aprenderán, a través de sensaciones y experiencias de ciencia y tecnología, la importancia de la Gestión del Riesgo de Desastres en Colombia.
El espacio más recomendado es el banco de arena, una experiencia interactiva para conocer de cerca los cambios del territorio, comprender los diferentes fenómenos naturales y los riesgos que nos pueden afectar a todos. La Sala de la Memoria también es infaltable: en ella pueden revivirse momentos de desastres como el de Armero (1983) y el de Mocoa, en Putumayo (2017).