Con cerca de 450 restaurantes, nueve de ellos “chef´s table” de muy alto nivel, y una herencia culinaria propia de una cultura diversa forjada a través de siglos de migración, Aruba reclama su lugar como epicentro gastronómico del Caribe.
Una muestra de estas suculentas expresiones se vivió la semana pasada en Bogotá, con la visita del chef arubiano Urvin Croes. Propietario y fundador de Infini, uno de los mejores restaurantes de la Isla Feliz, Croes se trasladó a la capital colombiana para ofrecer una exclusiva cena a un grupo de mayoristas, por invitación de la Oficina de Turismo de Aruba en Colombia.
Fiel al espíritu de la cocina arubiana, Croes se la jugó por una mezcla con un toque colombiano. Con productos frescos del mercado, preparó un tartar de mozarella de bufala con diferentes frutas y verduras aderezados con una vinagreta de maracuyá y, como plato fuerte, un salmón en salsa criolla con funchi. Como postre, no podía faltar el pan bollo, en esta ocasión con sabor a piña colada y acompañado de helado de ron con pasas con una salsa de yogurt con coco y limón.
¿Se antoja? Los platos de Croes pueden disfrutarse en Infini, pero no son estáticos en manera alguna. Las creaciones van cambiando de acuerdo con la temporada y a los productos frescos disponibles. Además, cuenta con apenas 18 puestos y un formato de “chef´s table” en el que los comensales ven todo el proceso de creación gastronómica.
Con este formato hay nueve restaurantes en la isla, pero la oferta asciende a más de 400 establecimientos de todos los niveles y variedades. Y es que uno de los planes en Aruba, definitivamente, es salir en pareja, amigos o familia a un buen restaurante. Con más de 100 nacionalidades conviviendo en la isla, la oferta, seguro, será atractiva.
Una década de evolución
La historia de la gastronomía en la isla es la historia de sus migraciones y poblamientos en los últimos cinco siglos. Con la gastronomía arubiana, a decir de Croes, pasa exactamente lo mismo que con su lenguaje nativo, el papiamento: es una mezcla exquisita de lenguajes e influencias, ya sean españolas, holandesas, africanas, asiáticas, portuguesas y, en años recientes, latinas, con sus propias culturas, también forjadas a la luz del mestizaje.
Croes, por ejemplo, es hijo de migrantes chinos que llegaron a la isla a trabajar en los cultivos de caña luego de la abolición de la esclavitud. En su ADN gastronómico, Urvin Croes mezcla los sabores arubianos y asiáticos con los que creció. No es el único caso en este crisol de culturas que alberga a decenas de nacionalidades bajo el cálido sol caribeño.
No se trata, en este espacio, de hacer una suerte de arqueología gastronómica de la isla para identificar las distintas procedencias. Cabe decir, sin embargo, que, a pesar de estar rodeada de mar, la culinaria arubiana, más allá del pescado y los mariscos —que también abundan— es rica en animales de granja como el cerdo, pollo y chivo.
Entre los platos más representativos figura el célebre Keshi yena (queso relleno, en papiamento), el chivo guisado, el pastechi (la versión arubiana de la empanada), el pescado criollo, el Funchi (la versión arubiana de la polenta), el stoba (estofado), el Pan Bati (versión local del pancake), por nombrar solo algunos.
Esta poderosa herencia culinaria ha tomado forma en la última década con el talento de varios chefs locales que buscan llevar la gastronomía local a otro nivel. Croes es, precisamente, un protagonista de esta evolución gastronómica que apunta a posicionar al destino como un epicentro gastronómico de alto nivel, sobre la base su diversidad cultural.
Restautantes como Infini o Ever —por mencionar los dos mejor ranqueados según los expertos— son parte de este proceso que, de hecho, ya se encuentra bastante avanzado con la realización de festivales gastronómicos y la labor de la Autoridad de Turismo de Aruba (ATA) en la promoción y puesta en valor de uno de los componentes más importantes de la cultura de un pueblo: su gastronomía.
