Bajo el lema “Making a Difference”, el pasado 27 de mayo la compañía francesa de representaciones aéreas APG (Air Promotion Group), celebró el “Día APG” a nivel mundial y Colombia tuvo su parte significativa en esta jornada.
Con 100 oficinas en más de 130 países y decenas de aerolíneas clientes, APG es una de los grandes jugadores globales en materia de representaciones aéreas. En Colombia, la compañía estableció hace poco más de un año su propia estructura administrativa y comercial; una cercanía clave para atender de mejor manera los intereses de sus representados —la aerolínea Plus Ultra, por ejemplo— pero también para poner en marcha iniciativas sociales alentadoras como el Día APG.
¿De qué se trata? En cada uno de los mercados en donde opera la compañía, los equipos de APG desarrollan iniciativas sociales, ambientales o de gobernanza tendientes a hacer de la aviación un actor significativo para la sociedad. Así, mientras en Panamá el equipo local de APG realizó, por ejemplo, una actividad para fomentar el reciclaje de plástico, Colombia se decantó por un apoyo a la niñez en una de las zonas más vulnerables de la localidad de Ciudad Bolívar, en el sur de Bogotá.
“Dios sabe cómo juega sus fichas”, afirma Nohora Esperanza Cruz, directora de la Fundación Nueva Vida, sobre el trascendental apoyo que APG ha brindado a esta organización que durante 30 años se ha dedicado a acompañar a cientos de mujeres vulnerables a salir del mundo de la prostitución y, con el tiempo y a fuerza de las circunstancias, a buscar garantizar que sus hijos no estén inmersos en entornos en donde la violencia y la adicción a las drogas están en el orden del día.
Doris Lizcano, coequipera de Cruz en esta tarea, cuenta que la directora comenzó a su labor social hace 36 años llevando chocolate y pan a los menos favorecidos en la zona de La Candelaria. Su incansable vocación la ha llevado a trabajar con niños enfermos de cáncer, personas ancianas vulnerables, pero, al final, según cuenta Lizcano, Nohora “encontró su carisma con las mujeres que ejercían la prostitución”.
No bastaba, sin embargo, con ayudar a estas mujeres a salir de una labor a la que fueron arrastradas en razón de sus difíciles condiciones socioeconómicas. La dura y tozuda realidad de esta zona de Ciudad Bolívar demostró, una y otra vez, que los hijos son bastante susceptibles de repetir las experiencias de sus madres o de caer en flagelos asociados como el consumo de drogas, por mencionar solo algunas de las problemáticas. Se trata, valga la metáfora, de “romper cadenas”, en palabras de Nohora Cruz.
Los esfuerzos se enfocaron entonces en crear un espacio de socialización y fraternidad en donde estos niños pudieran pasar buena parte de su tiempo libre y mitigar el riesgo que representa su difícil entrono familiar y social. El espacio, por supuesto, era precario y sin mayor infraestructura, ante la carencia de recursos.
Y aquí es donde las fichas comienzan a encajar, a decir de Nohora. Entender, por ejemplo, cómo el potente mercado emisivo colombiano hacia España motiva la estructuración de una compañía de representaciones en Bogotá y cómo esta compañía, APG, gracias a una política corporativa que emana desde su casa matriz en París, termina cambiándole la vida a un grupo de madres y menores de edad en lo más profundo de las montañas de Ciudad Bolívar, a 24 kilómetros del Parque de la 93.
Eso fue precisamente lo que sucedió, luego de que un representante de APG, tras revisar varios proyectos en el país, ascendiera las alturas del barrio El Paraíso para conocer la iniciativa, en ese entonces un precario salón elaborado en material prefabricado. Lizcano narra cómo un buen día recibieron la primera buena noticia: pedían que la Fundación enviara un proyecto. Así lo hicieron y pronto llegó la segunda buena noticia: el aporta iba a ser una realidad.
El resultado es una casa de tres pisos con espacios dignos para atender entre 70 y 80 niños al día en las jornadas de la tarde o la mañana. El arquitecto que aportó su conocimiento para la construcción de la edificación cuenta cómo fue necesario reforzar los cimientos de las dos casas vecinas para evitar que se vinieran abajo, ante la precariedad de su construcción. En esta zona de la ciudad, valga aclarar, cualquier maestro de construcción levanta columnas y cimientos sin mayor conocimiento o medida de seguridad.
¿Qué pasó entonces el pasado lunes 27 de mayo en el marco del Día APG? El equipo de Colombia invitó a un grupo de agencias de viajes a conocer el nuevo espacio —el Centro de Desarrollo Humano, para ser más preciso— y a aportar algún mobiliario o articulo para empezar a dotarlo con los elementos necesarios para llevar a cabo su labor.
Aunque algunas agentes se bajaron del bus a última hora, hubo aportes interesantes. Orion Group Mayorista de Turismo aportó una nevera, se llevaron algunos libros, sillas, el equipo de APG pintó un mural, se escucharon historias, hubo amagos de lágrimas y, sobre todo, se compartió con los niños. Una mujer, exprostituta y voluntaria de la Fundación, sorprendió con un performance teatral autobiográfico.
“Pienso que este es un tema que va impactar a todo APG, es un tema real, es un tema que está impactando vidas y que va a ayudar a romper cadenas. La idea nuestra es seguir apoyando y sé que desde París también lo harán”, dijo Flavio Pasquale, gerente General de APG Colombia, en su breve intervención en el Centro de Desarrollo Humano del barrio El Paraíso, localidad de Ciudad Bolívar.