Jean Claude Bessudo, genio y figura del turismo en Colombia

Jean Claude Bessudo es, sin duda, el referente de la industria de viajes en Colombia. No son pocos los artículos, entrevistas y piezas audiovisuales sobre su vida y filosofía empresarial ¡Toda una celebridad! Un caso inusual para un empresario del sector turismo. Pero ¿a qué se debe este singular protagonismo? Hablamos con él, siempre con la advertencia de que no hay preguntas indiscretas, solo respuestas indiscretas.

“Me presento, mi nombre es Fernanda Salinas, asesora preferencial de Wom ¿con quién tengo el gusto?”. Del otro lado del teléfono, una voz pausada, con un inconfundible acento francés, le pide gentilmente, casi con dulzura, el favor de retirarlo de las listas del telemercadeo. Ante la amable sugerencia, la vendedora no atina contrapropuesta y finaliza la llamada por mutuo acuerdo. “Odio el telemercadeo”, apunta ante la interrupción. Sin importar el remitente, Jean Claude Bessudo siempre contesta el teléfono; es uno de sus hábitos a lo largo de casi seis décadas al frente de la Organización Aviatur; un conglomerado de empresas que inició en 1957 con la agencia de viajes homónima, fundada por su tío, Víctor Bessudo y dos socios más; una historia bien conocida que no vamos a repetir aquí.

Desde su amplia oficina, en el 4º piso de la Torre Empresarial Centro Andino, el presidente de la Organización Aviatur da cuenta de su agenda el día en que tiene lugar esta entrevista: a la 1:00 p.m. “almuerzo con las amigas chismosas”, a las 5:30 p.m. “reunión con el embajador de Francia”; a las 6:00 p.m. “asamblea del barrio”; a las 7:00 p.m. “cumpleaños de la embajadora de Suecia” ¿Cómo se desarrolló finalmente esta apretada agenda? Lo desconocemos, pero una pregunta se antoja pertinente: “¿Era similar su agenda hace 20, 30 o 40 años?”. La respuesta yace en uno de las gavetas detrás de su escritorio: allí reposan, año a año, todas sus agendas físicas en décadas. “Me preguntan qué hizo usted el 10 de octubre de 1979. Aquí está. Es muy útil”, apunta.

Bajo el brillo de múltiples cuadros con diplomas y condecoraciones, un amplio escritorio evidencia dos ausencias poco comunes en el espacio de un alto ejecutivo: papeles superpuestos y un computador. Lo ha dicho en muchas ocasiones: no hay documentos pendientes en su oficina. “Eso es desde el colegio. Me ponían una tarea para dentro de tres semanas y yo la hacía esa misma noche. Mis compañeros de clase las hacían en el último momento, subiendo las escaleras para ir al salón. Hacer todo enseguida es para tener la mente en blanco, no tener nunca nada pendiente. Así no se congestionan las decisiones y fluyen las vainas”, explica.

En vez de un moderno laptop, un fax reposa en el panel lateral de su escritorio; “tuvimos el segundo fax del país, después del Banco de la República”, recuerda. No es, por supuesto, el aparato en cuestión. Del otro lado, otro inusual objeto reposa en su cajón más a la mano: el guion del Tartufo de Moliere; “Lo estoy estudiando. Lo vamos a presentar en el Teatro Libre”, revela. No es la primera obra de teatro en la que actúa, ni la primera del dramaturgo francés. Hace unos años, el empresario actor también se desempeñó con éxito en la comedia El burgués gentilhombre. “Estaba previsto para tres funciones y me quedé seis meses en el escenario”, apunta con orgullo.

Con excepción de la gimnasia —como se conocía en antaño a la educación física— Bessudo afirma, “con toda modestia”, tener todas los habilidades. Lo ha dicho en muchas ocasiones: “Tengo el problema de no tener vocación alguna”. Y esta falta de vocación, o exceso de vocaciones, también incluye al turismo. A diferencia de su asistente de confianza, que lo considera “muy creativo” como asesor de viajes, Bessudo se considera más bien “malito”: “Mis gustos difieren bastante de los de los clientes y tengo tendencia a imponerlos. No soy un buen consejero de viajes; tengo tendencia a decirle a la gente ‘quédese en su casa y no joda’”, dice con humor, una de sus características más distintivas. Sin embargo, 58 años al frente de una agencia de viajes —la más grande del país hoy en día— parecen contradecir esta falta de vocación.

El día que mataron a Kennedy

Si las generaciones más recientes recuerdan qué estaban haciendo cuando cayeron las torres gemelas, las de más atrás hacen lo propio el día que asesinaron a John F. Kennedy. Bessudo tenía 16 años y se encontraba en la Plaza de San Victorino regresando de entregar un tiquete aéreo a la petrolera Shell. Era el 22 de noviembre de 1963 y el entonces estudiante del Liceo Francés trabajaba en sus vacaciones como mensajero de la agencia de viajes de su tío. Fueron sus inicios en el turismo, recuerda. Poco después, tras hacer un semestre de ingeniería civil en Los Andes, se marchó a estudiar a Bélgica, “el único país, junto con la Unión Soviética, que otorgaba becas para la totalidad de los estudios universitarios (…) Estudié matemáticas, más que todo ingeniería comercial, que llamaban”, recuerda.

Financiado por su tío y, en menor medida, por sus esporádicos y peculiares trabajos juveniles —copiloto “espicha pedales” de un vendedor de vestidos con problemas cardiacos o modelo de escultura en la Escuela de Bellas Artes— Bessudo pasó dos años en Europa. Allí se casó, a los 19 años, con quien es hoy su esposa y, sin terminar carrera alguna, regresó a Colombia con la idea de trabajar como profesor de matemáticas. Las cosas, sin embargo, iban a ser muy distintas.

En 1967, ante el fallecimiento de Víctor Bessudo, su tía lo convocó a trabajar en Aviatur, en ese entonces una agencia de viajes corporativa con cerca de 50 empleados. A solo seis meses, se vio abocado a asumir las riendas de la empresa y “aprender a la ‘berrionda’”, como bien lo señaló: “Resolver problemas, resolver situaciones. Manejar la parte comercial, la parte administrativa, la parte financiera; ir todas las mañanas donde el gerente del banco que nos atendía a ver cuánto había que consignar”.

No hago futurología, ni me pongo metas, ni se las pongo a los demás. Analizo el pasado y trato de saber en dónde estamos parados hoy ¿De qué sirve un plan de trabajo a cinco años si llega una pandemia? ¿De qué sirve un plan de expansión de mercadeo si mañana el Reino Unido nos pone visa? El secreto es adaptarse en tiempo real.” 

Bessudo y su peculiar estilo gerencial

Ese fue el inicio de una historia que aún no termina y cuyos hitos no resultan tan fáciles de desentrañar, quizás por el mismo estilo gerencial de su presidente; un estilo que, décadas después, será ampliamente reconocido en el ámbito de los negocios. “El único hilo conductor de mi gestión en estos años es que, cada vez que se presenta un problema, buscamos qué hacer para que el mismo problema no se vuelva a presentar. Nada de gerencia profesional o planeación estratégica. A veces la solución es la capacitación; en aquel entonces, los procedimientos; hoy en día, muchas veces, la informática y la sistematización. Los departamentos especializados. Creando esos departamentos se fue consolidando la base sobre la cual pudimos ir desarrollando las empresas del Grupo Aviatur”, cuenta.

Hoy en día, Bessudo, además de presidente de una gran compañía, actor de teatro, asistente a cocteles y cabeza de una gran familia —una de sus facetas más emocionales, según puede entreverse— es un destacado conferencista. “Y me pagan. Una suma en dólares, en el exterior y otra en pesos cuando es en Colombia. La plata va para la Fundación Aviatur”, revela. Los temas son muchos y darían para un libro entero —que, de hecho, existe—: el no liderazgo; el no emprendimiento; la escogencia de los colaboradores; aprender a hacer nada; los errores como mayor capital de una empresa; no hay clientes VIP (todos por igual); no arriesgarse a que te digan que no; nunca negociar (un principio estrechamente relacionado con la ética); adaptación; no prejuzgar; no cuotas de ventas; no telemercadeo, entre otros temas tan sugestivos como disruptivos. ¿Cuál es la mejor motivación? Bessudo llama a su asistente de confianza para que responda: una buena patada en el trasero, señala. No menos importante: la felicidad, el equilibrio y el respeto a la palabra, este último, un punto sagrado:

Mi mayor satisfacción empresarial es no haber incumplido jamás ni la palabra ni las obligaciones financieras de la empresa. Lo que diga la empresa es palabra divina. Tenemos mucha credibilidad”, apunta. La ética, de hecho, es un pilar fundamental de su filosofía. Para más información, se pueden consultar las normas del Global Compact de la ONU, del cual Aviatur es miembro fundador para Latinoamérica.

El turismo según Jean Claude Bessudo

Entre los múltiples temas que suelen consultarle, el turismo es, curiosamente, uno de los menos abordados, al menos públicamente. En este punto, más que en cualquier otro, sus respuestas son escuetas y meditadas.

“Mi deseo es el turismo de calidad y yo creo que el ejemplo es lo que hicimos en Barú”, apunta. Barú es, de hecho, el único destino sobre el que se anima a emitir críticas. “Mira esa densidad, con eso te tiras cualquier vaina”, afirma, mientras muestra el mapa del corregimiento en Google Earth. “Los gobiernos se hacen la p… con los números de turistas, en vez de la calidad del turismo. Colombia para los colombianos, sí, todo el turismo colombiano que tú quieras, mientras sea respetuoso. Y del exterior que traigan pocos turistas pero que dejen muchos ingresos”, se anima a argumentar.

Aunque no le guste mucho la perorata de la sostenibilidad, según contó un cercano colaborador, su visión de la actividad es precisamente esa: sostenible y respetuosa con el ambiente. Y para rematar, es un convencido de las consultas previas a las comunidades. Bessudo también es un hombre gremial; se enorgullece de la representatividad que hoy tiene Anato, asociación de la que ha sido presidente de la Junta Directiva en más de una ocasión. “En vez de decir a mí no sirve, decimos al gremio no le sirve”, apunta, con el sentido práctico que caracteriza a los empresarios.

Sean felices, Bessudo les dice

Termina este texto y no aparecen aun los aspectos canónicos de un perfil, por ejemplo, el clásico ¿cuáles son su hobbies?: “Hacer nada”, responde, lo que, en la práctica equivalga, quizás, a hacer muchas cosas. Al menos, a escuchar música barroca (léase clásica), su preferida, o disfrutar de alguna pieza de la cultura popular (léase Netflix). Cuenta que se abrumó con la nueva serie “Adolescente” —no pasó del primer capítulo— y le encantó Lupin, basada el célebre ladrón-detective francés. Lee El Tiempo, El Espectador y Portafolio, no escucha radio y, hasta hace poco, cuando existía, veía el noticiero CM&. ¿Recomendaciones? “No dejar que los problemas crezcan. Es muy fácil arreglar un problema con una llamadita, en segundos” y, a grandes rasgos, ser felices. ¿No es un concepto muy esquivo? “No. La felicidad es el equilibrio; tener las necesidades del cerebro satisfechas, las del corazoncito, las de la barriga —que van con las del bolsillo—, las de más abajito, en la entrepierna, la libido. Si tienes todo eso equilibrado, eres un tipo feliz. Y si no, eres una persona neurótica”.

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