Pocas personas se imaginan que, en medio de la caótica, cosmopolita y dinámica ciudad de Nueva York, se puede encontrar un oasis con playas, viñedos, grandes mansiones antiguas y exclusivos restaurantes y tiendas.
Long Island no es, de ninguna manera, un destino pequeño: cuenta con 160 km de largo y 37 km de ancho para alcanzar los 2.900 km² de área; una superficie superior a Luxemburgo. Tampoco es un destino desconocido, pues es bastante popular como un escape en medio del caos entre los locales; sin embargo, en el mercado internacional ha quedado opacado tras los brillantes anuncios publicitarios y enormes rascacielos de la ciudad. Pero eso está a punto de cambiar.
Lo primero que el agente de viajes debe saber es dónde se encuentra: es una isla al este del aeropuerto John F. Kennedy de Nueva York, como un brazo extendido hacia el océano. A ella es posible llegar en un auto de alquiler, taxi o a través de la robusta red de transporte público de la ciudad, Long Island Railroad, que se toma desde Manhattan y atraviesa toda la isla.
Las razones para visitar este condado son amplias y variadas, pero se pueden resumir así: es una bocanada de aire puro en la ciudad. Long Island ofrece todo lo que un viajero no espera de Nueva York y que no sabía que necesitaba: una playa para relajarse, viñedos para desconectarse, los Hamptons para sumergirse en ambientes exclusivos y la Costa de Oro para rememorar la era dorada de los años 20, entre muchas alternativas más. ¿Hay una mejor manera de complementar una visita a la ciudad que nunca duerme?
“Las actividades que ofrece la Ciudad de Nueva York son limitadas, en parte por el espacio disponible y también porque es una ciudad muy activa en otros sectores. En cambio, Long Island está orientada al desarrollo turístico gracias a su geografía, sus espacios abiertos, playas, parques, museos, historia y gastronomía. Todo esto en conjunto la convierte en el complemento ideal para una experiencia más completa”, explicó Alfredo González, director Sales Team Lead de Discover Long Island.
Una mirada a Long Island
El condado puede dividirse en cuatro grandes zonas. Al noroeste se encuentra la Costa de Oro, una de las regiones más emblemáticas y elegantes de la ciudad. Esta alberga impresionantes mansiones y castillos de 1920, el escenario que inspiró la icónica novela El Gran Gatbsy, brindándole a los viajeros una experiencia de la era dorada de Nueva York. Allí, pueden viajar en el tiempo al visitar o dormir en mansiones y castillos clásicos, pasear por sus jardines, disfrutar de la música y el arte o disfrutar de eventos temáticos.
Las playas y actividades acuáticas se concentran en el sur. Son cerca de 193 km de playas, que sorprenden a los viajeros por su existencia y arenas blancas. Long Beach, Jones Feach y Fire Island son algunas opciones que pueden descubrir, que ofrecen, además, numerosas actividades como deportes acuáticvos, renta de botes, pesca, visita a faros y más.
En la zona norte, en una zona conocida como North Fork, se pueden encontrar diferentes viñedos y encantadores pueblos costeros. Podría describirse como el lugar ideal para desconectarse y conectar: actividades vinícolas, cervezas artesanales, mucha naturaleza y pintorescos pueblos son parte del panorama de una región que invita a la contemplación y el disfrute.
Al sureste, en South Fork, se encuentra una de las zonas más reconocidas por los locales, y que conquistará sin duda a los turistas: los Hamptons. “Es una de las zonas más exclusivas de Long Island. Es donde muchas celebridades y empresarios de Nueva York tienen sus casas, y recorrer sus pueblitos es como entrar en una postal: boutiques de lujo, restaurantes de primer nivel y mansiones impresionantes. Desde Riverhead hasta Montauk, es una experiencia íntima y relajante, ideal para descubrir a pie”, explicó González.
A lo largo y ancho de todo el condado, los agentes de viajes podrán acceder a un variado y completo producto hotelero: desde hoteles de cadenas internacionales como Hilton, Marriott y Hyatt hasta hoteles boutiques y villas y mansiones convertidas en hoteles, las alternativas se pueden adaptar a cualquier gusto y presupuesto con una ventaja adicional: los precios son más económicos que los que se pueden encontrar en la ciudad.
“Long Island es una oportunidad que muchos agentes de viajes están dejando pasar. Ya tienen a los pasajeros viajando a Nueva York y podrían extender fácilmente la estadía incluyendo Long Island. Es un destino accesible, más económico, y con apoyo directo de nuestra oficina para crear paquetes completos con hotel, atracciones y transporte. El producto existe y los viajeros lo quieren; solo falta que se lo ofrezcan”,
Alfredo González
