Con un itinerario por Jardín, Jericó y Támesis, diseñado por Anato y la Gobernación de Antioquia, un grupo de agentes de viajes de todo el país vivió una experiencia histórica y cultural como solo los operadores locales, arraigados al territorio, pueden ofrecer. Esta es la ruta del suroeste antioqueño.
Para llegar al municipio de Jardín, Pueblo Patrimonio de Colombia, es preciso salir de Medellín por el extremo sur —municipios de Envigado y Caldas— descender casi mil metros sobre el nivel del mar (m s.n.m.) por las montañas de la cordillera central hasta las tierras cálidas del corregimiento de Bolombolo, a orillas del río Cauca. Una vez allí, se remonta la cordillera occidental, hasta alcanzar los 1750 m s.n.m. y abrazar nuevamente la frescura del bosque andino.
Es un viaje de poco más de tres horas que desafía con éxito la escarpada geografía antioqueña y sumerge a los viajeros, a su regreso, en dos modernos túneles (Mulatos y Sinifaná), concebidos para conectar a Medellín con el Eje Cafetero y el Suroccidente en un tiempo mucho más reducido.
Esta vía, parte fundamental de los proyectos de las 4G (o vías de cuarta generación), permite hoy a las agencias de viajes ofrecer, sin temores, una experiencia turística excepcional por un territorio que guarda, entre sus bosques, montañas y cultura campesina, una parte de la cultura colombiana.
Este fue, precisamente, el objetivo del viaje de familiarización organizado por Anato para algunas de las principales agencias receptivas del país, con el patrocinio del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo a través de Fontur y la Gobernación de Antioquia. El recorrido fue diseñado por el capítulo Anato Antioquia con base en la rutas “Antioquia es mágica” de la Gobernación —la ruta 14 en concreto, “Experiencias Suroeste”— y operado por Turismo Jericó, reconocida por ser la primera agencia de viajes proveniente de un pueblo en afiliarse a Anato.
Ruta del Suroeste antioqueño: “Puebliar” con contexto y conocimiento
La belleza de municipios como Jardín y Jericó, con sus características casas coloridas, arquitectura típica antioqueña y apacible vida de pueblo, es bien valorada por muchos turistas nacionales y extranjeros, entre los que ha calado el neologismo “puebliar”, a saber, disfrutar del entorno tranquilo y rural de un tradicional pueblo colombiano.
“Puebliar”, sin embargo, puede ser algo más que comer en un restaurante típico, ver hermosos balcones y visitar la iglesia. “Puebliar” puede ser, también, la oportunidad de conocer la historia del país desde la vivencia local o poner la lupa en algunas de sus manifestaciones culturales, gastronómicas, sociales y agrícolas más representativas.
En otras palabras, se trata conocer, más que visitar; un propósito que se logra, en realidad, solo de la mano de una agencia de viajes. Así se comprobó en el programa vivido por los agentes de viajes invitados, del 29 de noviembre al 3 de diciembre. En este periplo, los profesionales del turismo tuvieron la oportunidad de visitar e interactuar escenarios en los que un turista despistado no suele reparar.
Jardín, de la mano un local
La experiencia en Jardín comenzó con el alojamiento en dos de los mejores hoteles del municipio —Valdivia Plaza y Casa Isabel— y un desayuno típico en uno de los establecimientos más representativos, el Café Macanas. Todo listo para un recorrido a pie, al inigualable ritmo y verso de un guía local; un jardineño por excelencia que lleva a sus visitantes por los puntos más representativos del pueblo, no necesariamente turísticos, y explica la dinámica de la vida en este municipio, famoso por sus casas de colores y su plaza central, dominada por la imponente Basílica Menor de la Inmaculada Concepción, que comenzó a construirse en 1918 en piedra labrada.
¿Qué es lo más representativo de Jardín?, “todo el jardín”, responde el guía; ¿Por qué se conservan así de coloridas las casas?, “porque el jardineño tiene un gran sentido de pertenencia; cada jardineño compite consigo mismo en la belleza y el orden. No permiten que haya espacios feos que riñan con la arquitectura y el orden”, acota el lugareño, quien conduce al grupo por todos los recovecos del pueblo.
El recorrido continúa cuesta arriba del municipio, atraviesa un centenario camino empedrado construido para las mulas de antaño, y culmina en uno de los puntos más interesantes del pueblo: Dulces del Jardín, un negocio que inició en 1966 y hoy es un imperdible para las correspondientes compras y regalos. Doña Mariela Arango Jaramillo, catalogado alguna vez como la “mujer más dulce de Antioquia”, cuenta generosamente a los grupos de las agencias de viajes como nació y creció este negocio de dulces típicos, a punta de tenacidad y experimentación. El dulce de pétalos de rosas el arequipe de arracacha, son una muestra de ello.
Luego de un almuerzo en el hotel restaurante Lago Valdivia, situado a las afueras del municipio en la vereda Quebrada Bonita —otro de los lugares que bien vale la pena visitar durante un paso por Jardín—, el grupo se trasladó a la que es, quizás, la experiencia más innovadora de la zona: Miel del Jardín; una escarpada finca a la que se recomienda acceder solo en el emblemático Jeep Willys. La recompensa será, sin lugar a duda, muy dulce.
Desde el bisabuelo Juan de Jesús Rojas, esta familia paisa se ha dedicado al cultivo de la miel de abejas y, con mucha mayor posteridad, a lo que podríamos conocer hoy como “apiturismo”. Una charla introductoria ilustra a los visitantes sobre el mágico mundo al que se disponen a entrar, ya sea cuesta arriba, en un cafetal, para conocer las abejas sin aguijón, o con toda la indumentaria necesaria para conocer el hábitat de la Apis mellifera, la especie más conocida entre las 23.000 especies de abejas existentes.
Durante esta visita los turistas atentos logran entender por qué las abejas son consideradas una de las especies esenciales para la vida en el planeta —debido a su función polinizadora—; comprenden las amenazas mortales que se ciñen sobre ellas por el uso indiscriminado de plaguicidas; ven con sus propios ojos el interior de una colmena, la formación de sustancias únicas como el polen y el propóleo y se maravillan de una organización social tan fascinante como compleja.
De Jericó para el mundo
A menos de dos horas de Jardín, entre montañas, reposa desde 1850 el devoto y muy cultural municipio de Jericó, Pueblo Patrimonio de Colombia y cuna de Santa María Laura de Jesús Montoya Upegui. El municipio, por supuesto, es mucho más que la emblemática santa católica y esa es, precisamente, la propuesta de Turismo Jericó en su recorrido por el municipio.
A lo largo de varias paradas, se logra dibujar en la mente del turista atento una pincelada de los rasgos únicos de este pueblo antioqueño, cuna de 93 escritores —santa Laura es uno de ellos—, departamento por dos años (1908-1911), dueño de su propio banco y moneda, pionero en la luz eléctrica y referente de educación a finales del siglo 19; todo en medio de las montañas más escarpadas de Antioquia y sin sacrificar ni un ápice de su tradición.
Hablar de Jericó, por su historia, daría quizás para más de un libro. Así lo tienen claro en el Centro de Historia de Jericó; una parada necesaria para comprender lo anteriormente narrado y otras particularidades del municipio fundado por el pudiente antioqueño Santiago Santamaría y Bermúdez de Castro. En esta bella casona, atestada de reliquias y archivos, la historia flota en el aire y evoca un pasado que, entre sus paredes, es aún presente.
Carlos Mario Vanegas, gerente de Turismo Jericó explica que, en la primera mitad del siglo 19, el Estado entregó a Santamaria y otras familias antioqueñas prestamistas del gobierno, una ingente cantidad de tierras en pago de una deuda contraída en décadas pasadas —la concesión Echeverry, en términos político-administrativos— De esta manera, Santamaria se dio a la tarea de escoger qué tipo de pobladores llegarían al naciente terruño: familias debidamente constituidas (según la tradición de la época), católicas y practicantes de algún arte u oficio.
Este rasgo particular de su fundación es, probablemente, un determinante histórico que ha hecho de Jericó un bastión cultural en el suroeste antioqueño. El municipio acredita hoy espacios como el Museo de Antropología y Artes de Jericó Antioquia (MAJA), que es un imperdible del lugar: no solo se cuentan las historias del territorio desde el época precolombina, sino que se exhiben obras a la altura de cualquier museo de una ciudad capital. Se suman espacios como el Museo de Arte Religioso y el Museo José Tomás Uribe Abad, “un rincón de Europa en Jericó”.
No menos llamativo, para un municipio de 15.000 habitantes, es el Teatro Santamaria; un bello escenario con un siglo de historia que hoy opera como un bastión de la actividad cultural. “Tenemos eventos culturales, por lo general, todos los fines de semana. A mí me gusta decir Jericó no es un pueblo de rumba, es un pueblo para venir a disfrutar de la cultura y de la naturaleza”, apunta Vanegas.
Otro de los espacios que ofrece Turismo Jericó a sus pasajeros es la visita al taller de Carrielarte, un emprendimiento familiar de tres generaciones dedicadas a la elaboración de uno de los artículos más emblemáticos no solo de Antioquia, sino de Colombia. En una visita a este espacio los artesanos de la familia Agudelo explican la diferencia entre carriel y guarniel y cuáles son sus distintos bolsillos y secretos. Del taller surgió, ni más ni menos, el carriel que se le obsequió al Papa Francisco en su visita a Colombia en 2017.
El ascenso al Cerro El Salvador —el imperdible mirador del pueblo— con un descenso por el Jardín Botánico que conduce nuevamente a un bello rincón del pueblo cierran este recorrido al que la faltan, por asuntos de tiempo, muchas paradas más. Para los amantes de la naturaleza y detentores de un buen estado físico, es imperdible el ascenso a Cerro Las Nubes; una experiencia única de contacto con la montaña en donde se aprecia una panorámica única del pueblo.
El paso por Jericó no podría terminar sin una visita a la finca cafetera Tierra Santa, un espacio cuatro hectáreas y 11.000 árboles de café que crecen a la sombra de platanales y frutales. Atendido por su propietario, Mario Estrada, la finca ofrece un recorrido especializado y personalizado por la historia del café y sus métodos, con degustaciones gastronómicas caseras y una vista excepcional del cerro Tusa y el cerro Bravo, en Fredonia, a cuya sombra surgió la primera finca cafetera de Antioquia. Es una experiencia cafetera exclusiva para clientes de las agencias de viajes.
Támesis, tierra ancestral y natural
La propuesta del viaje de familiarización cierra con el recorrido de Ecocartama, la agencia operadora aliada de Turismo Jericó en el municipio de Támesis, situado a la vera de uno de los cerros más agrestes de la región. De ahí, precisamente, que el fuerte de este operador local, constituido desde 20005, sea el turismo de aventura y el aprovechamiento de una de las maravillas naturales de la zona: el organal del río San Antonio.
En esta ocasión, sin embargo, el plato fuerte fue la visita nocturna a los petroglifos; figuras labradas en roca por los antiguos pueblos nativos, quimbaya y cartama, que pulularon ampliamente en las montañas de la región. Támesis cuenta con más de 1500 grabados en 120 piedras, por lo que es considerado el lugar con más presencia de estos en Colombia.
La propuesta de Ecocartama inicia con un recorrido por las calles del municipio y una larga ilustración de sus procesos sociales y organizativos. Al llegar la noche, el operador conduce a sus pasajeros a lo alto de una de las colinas, para visualizar, a la luz de las linternas y el ritmo de la música andina, uno de los petroglifos más representativos. La experiencia en el municipio puede terminar en la Fonda Mixta Los Abuelos, en donde ciertos días de la semana músicos tradicionales tocan lo mejor de las tonadas campesinas, incluyendo la trova.
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